21 mar 2012

CUARENTA Y SIETE




La primera mañana primaveral me sorprende con tejados llenos de nieve. Un ‘buenos días’ un tanto sarcástico. Se me hielan los dedos de los pies y la punta de la nariz. Se me desbaratan todos los esquemas y juego a improvisar. Llego a clase y me percato de que el sistema educativo sigue tan mal como lo dejé el viernes. En fin. Me propongo no aparecer por las siguientes clases, considero que mi tiempo tiene más valor que una falta de asistencia. Fuera sigue nevando. Cada copo me devuelve la sensación amarga que creía haber dejado atrás, pero afortunadamente, hay momentos que sin necesidad de abrazos me descongelan el corazón.


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