4 may 2012

CINCUENTA


Es noche de verano. Salgo a mi rincón preferido mientras suena un disco de hace unos meses, pero no le hago mucho caso. El resto del campo parece dormido, o eso creo. Me conformo con la luz de la luna, aunque también me alumbra una tenue luz que mi abuelo ha olvidado apagar. Recuerdo cosas pasadas que me arrancan sonrisas bobas, pero a la vez noto como algunas lágrimas de añoranza recorren mis mejillas. En ese momento una canción me sorprende. Me doy cuenta de que hay cosas que aunque no queramos es mejor que acaben, para dejarnos con ganas de más. Si no terminaran nunca las incorporaría a mi vida de tal manera me dejarían de tener un sentido especial. Me quedo allí un rato más hasta que los párpados empiezan a pesarme. Ya no distingo entre sueño y realidad cuando una voz susurra en mi oído:


-Tranquila, todavía sigues siendo la dueña de las flores.



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