Desde hace algún tiempo creo que
la gente escucha con la boca. Que nos da miedo el silencio, en realidad, creo
que nos da miedo descubrirnos a nosotros mismos, encontrarnos frente a frente
con nuestros pensamientos. En cuanto disponemos de dos minutos de soledad
encendemos la tele, escuchamos música, hablamos por whatsapp o abrimos twitter.
Hablamos del tiempo, de la falda de la chica que acaba de pasar. Leemos el
periódico, el correo electrónico, llamamos a algún amigo para echar un café en
cuanto tenemos media hora libre.
Mientras, nuestro yo y el planeta mismo nos sigue hablando, pero no
escuchamos, o escuchamos con la boca, repito. Hacemos lo mismo que con la
alarma por las mañanas, esa que suena cada cinco minutos y la paramos una y
otra vez porque nunca queremos que llegue el momento de abrir los ojos. Nuestro
yo habla cada cinco minutos y lo paramos una y otra vez porque nunca queremos que llegue el momento de
abrir el alma, de saber quiénes somos, de asumir nuestra personalidad.
El silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de los ruidos. Miles Davis.
Alegre, como una mañana de primavera.
Bohemia, como los jueves por la noche.
Curiosa, como ella misma.
Dulce, como no lo eres tú.
Escurridiza, como la gelatina.
Frágil, como los reflejos en el agua.
Gigante, como los zapatos de un payaso.
Habitable, como una flor para una mariposa.
Incondicional, como la luz de la luna.
Jovial, como los juglares.
Kilométrica, como los días que faltan hasta verano.
Ligera, como un copo de nieve.
Marina, como la brisa.
Nómada, como yo.
Olvidada, como los malos recuerdos.
Pícara, como sus travesuras.
Querida, como una amistad en la distancia.
Risueña, como sus pestañas.
Sensible, como ellos.
Turbia, como las tardes de domingo.
Usada, como una vieja camiseta.
Violeta, como el cielo en las puestas de sol.
Wild, like a lion.
Xerófila, como los cactus.
Yuxtapuesta, como las oraciones que siempre se me dieron bien.
Zurda, como mis pensamientos.
Y tú… ¿cómo tienes el alma?
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