Sucede que a veces, cuando todo está en orden y sigue su curso, entra alguna persona en tu vida sin pedir
permiso y la revoluciona, pone todo patas arriba, te despeina. Y te sorprende
gratamente. Personas torbellino, que no paran, que se cuelan sigilosamente y te
calan en los huesos. De esas que aparecen y desaparecen con sonrisas y buenas
palabras a todas horas. Que te hacen reír con bromas que se sacan de la manga. Que
todavía no conoces bien pero te encantaría poder hacerlo, poder descubrir poco
a poco su mundo, ese lleno de posibilidades. No porque ese mundo sea diferente
al que tú vives sino porque ellos lo ven diferente, lo crean a su manera, hacen
todo un poco más fácil cuando estás con ellos. Se interesan por ti y consiguen
entusiasmarte, para hacer del día a día algo un poco más especial. Son
ejemplares, o mejor, escasos ejemplares
los que quedan. Y esto, una epanortosis bien jugada.
Sin saber cómo ni cuándo, algo te eriza la piel...
Aquí nos abrimos al mundo. Aquí estiramos las costuras para que haya hueco para todos. Aquí aceptamos sin juzgar. Aquí hacemos la vida un poco más simple, aunque no por ello menos interesante. Aquí no apreciamos el valor de las cosas, porque sabemos que las cosas no tienen valor, que son las personas las que lo tienen. Aquí nos hacemos grandes cuando nos sentimos que somos parte unos de otros, o nos sentamos en círculo y podemos pasar horas y horas hablando. Aquí todo merece la pena, especialmente cuando rompemos a reír, o a llorar, cuando nos entendemos sin hablar o llevamos la felicidad en la mirada.
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